Un viaje musical al reino de la armonía en el hogar para rescatarla del abuso en su utilización
Uno de los términos más utilizados en interiorismo y decoración es el de armonía, habitualmente acompañado por complementos circustanciales que delimitan y encajonan la riqueza de significado que este sustantivo atesora: armonía de colores, de líneas, de texturas y, por supuesto, del hogar, son un sucinto ejemplo de cómo hemos reducido la armonía a algo semejante al bienestar, a la paz, al silencio, pero en su versión más pastelona y edulcorada.
Este artículo pretende librar a este término de tanta atadura. La armonía hunde sus raíces en la música. De ahí que es importante que hagamos un corto viaje al mundo de los sonidos para comprenderla mejor, apreciar sus infinitos matices y ver su valiosa aportación al interiorismo. ¿Vamos?
De los cinco sentidos que la Naturaleza reparte, a veces de forma incomprensible, el oído es un juez sabio e implacable. Todo sonido que no cumple con unas determinadas normas queda desterrado en décimas de segundo. Desde nuestro nacimiento, incluso desde el seno materno, vivimos envueltos en sonidos que, además de hacernos conscientes de nuestra propia existencia, son el vehículo con el que nos relacionamos con el exterior.
Una sintaxis infinita e inmarcesible que nuestro oído, en conexión directa con nuestro cerebro y nuestra mente, cataloga, ordena y califica sin descanso. Y, lo que aún es más misterioso, pese a ser una experiencia genuinamente individual —ninguno sabemos cómo oyen nuestros semejantes— es a la vez heredada o lo que es lo mismo, colectiva. El miedo, el terror, la alerta, el descanso, el sueño, la ilusión, la esperanza, la alegría, etc. tienen su expresión en sonidos que ayudan y dan forma al individuo y al colectivo.
En el libro El mundo en el oído, Ramón Andrés, su autor, recuerda que «lo que incidió primeramente en el ser humano fue el sonido. Por tal razón, el oído —el sentido enteramente desarrollado en el nacimiento y también el que más datos ha facilitado sobre la vida intrauterina— se considera un elemento sensorial determinante en la formación de la conciencia. Oír, escuchar, es presentir y presentir conduce a pensar».
¿Nos estamos adentrando demasiado? ¿Es este es un blog de interiorismo o de introducción a la música? ¿Es este un viaje sin alforjas? Un poco de paciencia, que un blog también es un remanso donde el tiempo transcurre de forma distinta al apremio diario y tiene su propia armonía. ¿Armonía?
Armonía en el hogar, una prioridad en interiorismo
Sí, armonía, estamos a punto de llegar. Ahora nos toca pensar en que los sonidos se van organizando al estilo de cada cultura. Esa organización es la música que se desarrollará también al estilo de la cultura en la que ha nacido. Sin embargo, lo que es común a todo hecho musical es que de la combinación de los sonidos y la ordenación de sus distintas alturas —lenguaje musical— hace del hombre un ser comunicante, capaz de decir «yo», pero también de decir «nosotros».
¿No empezamos a ver ya algunos lazos de unión, algunos puentes entre la armonía musical y la del interiorismo? ¿Hacen falta las «gafas de ver», que dicen quienes han sucumbido a los encantos de la presbicia? Si sustituimos, por ejemplo, sonidos por colores o tonos —asimismo conceptos rabiosamente musicales—; las alturas por saturaciones y la organización y combinación por luminosidad, quizás ya nos esté dejando de sonar este ‘post’ a ‘música celestial’ —si en algún momento así ha sido— para ir cogiendo cuerpo.
El caso es que hemos llegado a un punto central. Al clímax. Quizás a una sorpresa mayúscula. Cuando imaginamos o realmente estamos en la cocina, en la sala, en el dormitorio de nuestros sueños, nuestra primera experiencia es musical. Escribe Ramón Andrés que la mayoría de los diccionarios definen la inteligencia como la acción más o menos rápida de comprender una situación, y a menudo ese concepto —cuando estamos en un espacio que nos enamora, por ejemplo— parte de una sensación auditiva, más que visual, para convertirse de inmediato en conocimiento y memoria, es decir, en una elaboración interior propiciada por la sonoridad.
La primera experiencia armónica al entrar en un espacio es auditiva, más que visual. Se da una elaboración interior propiciada por la sonoridad.
Una vez situada la importancia del sonido en la percepción y en la relación de cuanto nos rodea, y nada nos rodea, envuelve y acoge más que nuestro hogar, debemos acercarnos a la música, al sonido ordenado y articulado en distintas alturas, esto es, en armonía. Si fuera en una misma altura hablaríamos de melodía, y francamente, no hay nada más apasionante para un interiorista que armonizar la multitud de ‘sonidos’ y ‘notas’ a su alcance y plasmarlas en la partitura en blanco que es una cocina, un baño, una sala… un hogar.
No es de extrañar el grosor de los tratados sobre armonía musical —al igual que en el resto de artes, en interiorismo y en todos los órdenes de la vida cuando se aborda esta cuestión— porque pese a que los ‘sonidos’ a combinar son finitos sus combinaciones son infinitas. Cuentan que el compositor Claude Debussy se quejaba con fino humor: «¡Qué dura la vida del compositor: tener que expresarse sólo con siete sonidos!». Las posibilidades de la armonía, y en nuestro caso la del hogar, son infinitas. Es injusto reducirla a una especie de ‘Zen’, un espiritualismo o espiritismo donde términos tan bellos y deseados como paz y silencio se nos aparecen como un tótem tan deseable como frustante.
Es por todo ello que este ‘post’ no es un compendio de «espacios que aportan paz», ni de «colores para tu bienestar». La norma es que no hay norma para crear la armonía del hogar. ¿Es el rojo el color de la pasión o de lo prohibido? ¿Es el morado el color de la penitencia o del feminismo? ¿Es el verde el color de la esperanza, el color que intenta dar tranquilidad en un hospital o el que incita a la acción? Y así ocurre con cada uno de los ‘sonidos’ que los interioristas tenemos a nuestro alcance para crear armonías.
Reformas integrales alineadas a cada persona
Cabe preguntarse entonces dónde está el guión, la fórmula para crear la armonía. Respuesta: En la persona que va a vivir el espacio sobre el que se va a hacer el proyecto o la reforma integral.
Es el interiorismo tal y como lo entiendo: el encuentro con el cliente, el diálogo, el conocimiento de sus deseos. Porque la única armonía válida es la de cada persona con su entorno. Toda relación entre sonidos es armonía, pero en cada uno despierta unos u otros sentimientos.
Desde todos los estilos de rock y pop, hasta el jazz más contemporáneo, pasando por la música clásica en sus diversos momentos históricos y sus manifestaciones más o menos legibles, quien decide si aquello que escucha formará parte de su vida es el oído propio, el juez implacable.
El apasionante reto del interiorista es componer la polifonía que encaje perfectamente en el interior de la persona que ha acudido a su estudio.
En el número 57 de la revista Casa Viva, Cocinas y Baños se destaca que «la armonía es un valor intangible muy preciado en ambientes de trabajo y trajín como la cocina. Conseguirla es cuestión de un buen planteamiento pre-obra».
En la presentación de este número, el editorialista va dibujando una cocina-tipo con su propia armonía, en la que algunos se reconocerán y otros la denostarán: «Trabajar en la cocina ya no es una obligación sino un placer doméstico (…) un hobby». Por lo tanto, las cocinas «devienen en espacios amplios, pensados para el placer de un trabajo que proporciona horas de relax, pero al mismo tiempo diseñados para que todo funcione perfectamente».
Tras resumir los reportajes de ese número dedicado a la armonía, reconoce la dificultad de satisfacer a un consumidor «exigente que busca aunar en un mismo espacio dos conceptos de vida aparentemente opuestos: el trabajo y el relax», y concluye afirmando que la armonización se logra, en este caso «considerando que el uno es consecuencia del otro». Aparecerán luego distintas cocinas con sus propias interpretaciones, con sus propias armonizaciones.
Habrá tantas cocinas como personas. Es lo que este ‘post’ ha tratado de mostrar. No es importante armonizar en sí mismo, sino crear espacios para que sean vividos en armonía, y no enarmonía, es decir, sonidos idénticos llamados de distinta manera. Y en este caso, si en música la enarmonía es importante, en interiorismo resulta hueca y redundante.